miércoles, 3 de agosto de 2016

La oración

Andar como el anduvo


En 1ra de Juan 2:6 encontramos este versículo que debería ser la guía de cualquier creyente, especialmente de aquellos que en su vida buscan obedecer a aquel que se entregó por nuestros pecados. Juan nos dice: “el que dice que permanece en él, debe andar como el anduvo”.

Es deber imperioso de cada creyente estudiar la Palabra de Dios y estudiar la vida de Cristo en detalle; analizar su cosmovisión, sus intereses, sus respuestas, su actitud frente a los pecadores, etc. Pero hay un aspecto de su vida que nos debería llamar poderosamente la atención: Cristo, siendo Dios mismo, invirtió mucho tiempo en oración a su Padre celestial. Vemos en la Biblia que después de un día agotador de ministerio él se apartó a orar toda la noche. Vemos que antes que el sol saliera él ya estaba orando, buscando el rostro de Dios.

La pregunta que cabe es: si Cristo siendo Dios, conociendo de antemano la voluntad de Dios para su vida, sabiendo todas las cosas ¿Por qué oraba al Padre?
Edward Bounds nos dice en uno de sus libros sobre oración: “el Señor Jesucristo estuvo siempre ocupado en sus múltiples tareas y en las demandas de la gente, pero nunca estuvo demasiado ocupado como para no dedicar largas horas a la oración. Él llenaba sus días con la obra que su Padre le había encomendado, mientras que empleaba sus noches para orar a Dios. La fatigosa y extensa labor del día hacía que la noche de oración fuera imprescindible: la noche llena de oración hacía que el día de labor fuera victorioso.

Cristo nunca vio la oración como a veces la vemos en nuestra vida: una obligación, como un ritual supersticioso que intenta cambiar la voluntad de Dios o doblegar su voluntad a la nuestra. Cristo vio la oración como la clave, la fuente de un ministerio victorioso. En Cristo había la necesidad de comunicar al Padre los eventos del día y buscar en Él la fuerza para continuar el ministerio.

Es vital que veamos en nuestra vida la necesidad que tenemos de hablar con Dios. Después de un día de ministerio, de frustraciones, de victorias, de penas y desafíos necesitamos hablar con aquel que nos puede entender, animar a seguir y consolar en los momentos difíciles. Y antes de empezar un día de desafíos ministeriales, laborales y familiares sabemos que podemos ir delante del Padre celestial que desea revelar su voluntad a nuestras vidas.

Por razones de mi trabajo secular he tenido la oportunidad de conocer la labor de los trabajadores sociales quienes buscan ayudar a la comunidad en sus diferentes necesidades, incluso muchas veces solo escuchando a la gente en sus dificultades. Al estar tan sumergidos en la comunidad muchas veces llegan a ver el lado más oscuro de la sociedad, sus problemas más terribles y sus vicios más decadentes. Entre estos profesionales existe la costumbre que, después de cada visita que hacen a algún hogar, deben conversar en forma confidencial con alguien sobre lo sucedido, no como chisme, sino para poder, en palabras de ellos, liberarse de la carga que significa trabajar con los problemas de otros. ¡Cuánto más el pastor, líder de jóvenes, el encargado de ministerio, la hermana que visita deben ir al Señor de los cielos y entregar a sus pies el peso de la obra!

Por supuesto que la oración no se limita a esto solamente, pero en si ya es una poderosa razón para continuar con más animo en el hábito de orar a nuestro Dios. No dejemos que el peso del ministerio nos aplaste, vayamos continuamente en oración delante de aquel que puede y quiere llevar nuestras cargas.

Edward Bounds dijo: “…estar demasiado ocupado para orar da lugar al caos del cristianismo”

por Andrés Huenulaf
Iglesia bíblica bautista de Lo Valledor, Santiago

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