viernes, 24 de enero de 2020

¿Puede un cristiano ser vegano/vegetariano?



No hay nada malo con que un cristiano sea vegano o vegetariano, ni hay pecado en que no lo sea. La Biblia no nos ordena comer carne en ningún versículo de las Escrituras. Tampoco hay nada de malo con abstenerse de comer carne. La Biblia enseña que no debemos imponer nuestras convicciones a otras personas sobre este asunto, o juzgarlos por lo que comen o no comen. “Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres. El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido” (Romanos 14:2-3)

Después del Diluvio universal en los tiempos de Noé, Dios le permitió a la humanidad comer carne (Génesis 9:2-3), y luego de eso Dios nunca revocó tal permiso. Cuando Dios se encarnó, cuando vino a vivir a este mundo comió carne... Jesús no era vegetariano. La Biblia registra que Jesús comía pescado (Lucas 24:42-43) y cordero (Lucas 22:8-15). Jesús alimentó milagrosamente a la gran multitud con panes y pescados (Mateo 14:14-21). En una visión al apóstol Pedro, Jesús le declaró que toda la comida es limpia, incluyendo los animales (Hechos 10:10-15)

Cualquiera sea la decisión de la persona, es aceptable ante Dios, en tanto le agradezcamos a Él por proveerla (1 Tesalonicenses 5:18). 1 Corintios 10:31 nos dice, “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”.

Lo que es incorrecto acerca del veganismo o vegetarianismo es que muchos hoy en día utilizan la Biblia para sostener su alimentación vegana/vegetariana con los siguientes “argumentos bíblicos”:
1.       “Adán y Eva eran vegetarianos” – Bueno, esto es cierto. Adán y Eva fueron los primeros vegetarianos, sin embargo, ellos también eran los primeros nudistas... hay que poner las cosas en perspectiva. ¡Los humanos que comen animales no cometen pecado! Comer animales no es volver al diseño original. Sabemos esto porque Dios explícitamente lo ha permitido en muchos textos, uno de los cuales es Deuteronomio 12:15-16.
2.       “Matar animales es incorrecto” – Para muchos la matanza de animales es mala. Génesis 9:5-6 pone esto en perspectiva bíblica. Las personas son diferentes de los animales, porque estamos hechos a imagen de Dios. Si un buey acorneaba a un hombre, el buey debía ser eliminado (Éxodo 21:28). Pero si un hombre mataba a un buey, sólo tenía que pagar una multa por los bienes de los cuales había desprovisto a su vecino (Éxodo 21:33-34). Si la premisa es: “los animales sufren para obtener su carne y comerlos, eso es pecado”. ¿Qué sucede si el animal muere por causas naturales o por una enfermedad? ¿Podemos comerlo? La implicación de este argumento es que, para muchos, los animales son de igual valor (o incluso más) que el ser humano, y sabemos que bíblicamente es imposible sostener tal principio.
3.       “Comer carne es impío” – En 1 Timoteo 4:1-5 se nos dice que cualquiera que prohíbe el disfrute de los dones de Dios está enseñando pecaminosamente “doctrinas de demonios”. No podemos prohibir comer alimentos, cuando otras personas han comido de esos alimentos con acción de gracias sabiendo que Dios los ha provisto y le glorifica.

Ser vegetariano o vegano no es pecado, no serlo tampoco lo es. Lo incorrecto de adherirse al vegetarianismo es sentirse superior y mirar a los demás en menos por tener una práctica distinta de alimentación. Un cristiano PUEDE ser vegetariano y glorificar a Dios. ¿DEBE un cristiano ser vegano? No necesariamente.

Por Fabián Maturana


miércoles, 8 de enero de 2020

Triunfando sobre la tentación


Nos encontramos en una cultura llena de modas, donde la gente hace lo que te hace ver mejor delante del otro, buscando popularidad y reconocimiento. Hemos llegado a un punto en  el que los principios, sean cuales sean, ya no importan, e importa más el resultado, la sociedad se ha apropiado del lema: “el fin justifica los medios”, a más no poder. Hemos llegado al punto en que lo malo es bueno, y lo bueno es malo (Is. 5:20).

Una de las cosas de las que los jóvenes normalmente presumen es que ya han comenzado a tener una vida sexual activa, dicen que han estado con infinidad de chicas, cuentan sus experiencias, y en base a eso llevan a otros a hacer lo mismo, deformando lo que Dios quiere para la sexualidad.

Pero como jóvenes creyentes e hijos de Dios tenemos la misión de no ser cómo el resto de la sociedad quiere que seamos, sino que antes bien debemos de ser luz en medio de esta generación maligna y perversa (Fil. 2:15). Para ello, Dios nos ha dado la misión de mantenernos puros, mostrando un buen testimonio delante de los que no creen, para que sepan que Cristo ha hecho una obra en nosotros, y que hay un mejor camino por el cual andar en vez de intoxicarse  con los placeres que ofrece el mundo (que cómo sabemos son temporales).

Uno de los mejores ejemplos que tenemos en la Biblia acerca de la pureza, aparte del mismo Señor Jesucristo, es José, hijo de Jacob, aprendemos de él en el libro de Génesis. Resulta que ya en Génesis 39 José había sido vendido por sus hermanos, y había llegado a Egipto para ser esclavo de un tal Potifar, sucede entonces que nuestro joven protagonista empieza a ser tentado por la esposa de su amo Potifar, ante esto él hace tres cosas que debemos replicar si queremos salir victoriosos:

1.- José reconoció el pecado. En el v.9 no solo reconoce que si acepta la oferta de ella, estaría no solo ofendiendo a su amo, sino que a Dios. Él no estaba viendo las cosas a través de los lentes de la mundanalidad, sino que él estaba viendo a través de la perspectiva de Dios, reconociendo el pecado como pecado.

2.- José no escuchó al pecado. Después vemos la lucha constante de José (v.10), ella estaba tentándole cada día, pero él no la escuchaba, ignoraba completamente la tentación.

3.- José huyó del pecado. Ya cuando la situación se salió de las manos, y la esposa de Potifar trató de forzarle a caer en pecado con ella, él huye (v.12), no se queda a hacer un debate teológico de por qué está mal cometer adulterio, no, él simplemente se va, lo más rápido posible.

Podríamos hablar de José todo un día si quisiéramos, de su ejemplo de pureza, de paciencia, y sobre todo de confianza en Dios. Pero su ejemplo es claro en cuanto a la pureza, en cuanto a guardarnos para el Señor y salir triunfantes de la tentación:

A) Mira las cosas como realmente son. El mundo tratará de meterte en la cabeza que el pecado se disfruta, que es lo mejor para uno, que se hace “por amor”, entre otras cosas, pero la verdad es que el pecado siempre traerá consecuencias consigo. El mundo tratará de venderte una manzana que por afuera parece reluciente y jugosa, pero que por dentro está podrida. Los placeres temporales no se comparan con los eternos, por eso es que preferimos el pecado, estamos despreciando lo que nos ofrece el Señor. Así que si es que ya hemos metido la pata, o si no queremos meter la pata, debemos empezar por cambiar el enfoque, lo que hemos hecho está mal, o lo que nos están tentando a hacer, es pecado contra el mismo Señor, debemos reconocer al pecado como tal, a pesar de que los demás no lo vean así, lo que haremos será desafiar a la misma perspectiva del mundo.

B) Escucha la Palabra, no al pecado. No basta con solo un cambio de enfoque, ya que cuando propongamos en nuestros corazones no contaminarnos con la impureza del mundo (Dn. 1:8), Satanás tratará de tentarnos aún más,  buscando debilidad en nosotros a través de la pornografía, películas, amigos, chicas o chicos que conozcamos, cosas que escuchemos. La tentación puede ser muy fuerte, cada día insistiéndonos, pero no debemos escucharla, sino que debemos escuchar lo que es el verdadero alimento para todo creyente, la Palabra de Dios. Que la mayor instrucción sobre pureza abunde en nuestros corazones (Col. 3:16)

C) Huye. Si estamos teniendo el correcto enfoque, no escuchando a la tentación, vamos bastante bien encaminados, pero llegará el momento en que tengamos que tomar una decisión cuando el mismo pecado esté a la puerta, cuando nos agarrarán y nos presionarán para seguir al mundo en vez de a Cristo. Ante esto, no nos debemos hacer los firmes (1 Co. 10:12), el verdadero valiente no es el que camina sobre las brasas, sino el que huye (2 Tim. 2:22) para poder seguir peleando y viviendo para Cristo. Por eso, si es que la tentación te está pegando bastante fuerte, no esperes más, y corta el problema de raíz, huye.

Quizás estás en una relación con alguien que te está tentando a caer en pecado sexual, o quizás estás jugando con la pornografía, puede ser lo que sea, eso está entre tú y Dios, pero no esperes más a pensar que de alguna manera revertirás la situación, porque no lo harás. ¿Quieres triunfar? Huye, toma decisiones radicales que te ayuden a  apartarte de las tentaciones. Y por sobre todo joven, aprovecha de glorificar a Dios con tu pureza.

Por Ricardo Nilian