Romanos 9:1-3 - “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne”
Se aproximan las fiestas patrias. Una de mis fechas favoritas. Me encanta el tiempo en familia, el aire que se respira en estas fechas, la comida típica, los juegos típicos y todo lo que eso conlleva.
Esto es solo una de las cosas que me hacen amar mi país. Amo Chile, amo sus paisajes y nuestra cultura. Pero al llegar al evangelio, me hace dar cuenta que tengo una responsabilidad con mis compatriotas. Esa misma responsabilidad que sentía el apóstol Pablo.
Es claro que Pablo está profundamente conmovido al dictar estas palabras. La pena de su corazón es grande en su intensidad y profunda en su naturaleza.
Sus compatriotas podrían fácilmente llegar a pensar: “Pablo nos odia”. Pero nada podrían estar más lejos de la verdad. Esto explica por qué Pablo consideraba necesario declarar que la incredulidad y consecuente rechazo de Israel eran para él realmente una gran aflicción. Pablo ama a sus compatriotas verdadera y profundamente.
Su tristeza es semejante a la de Dios. Pablo se preocupaba tanto por el bienestar del pueblo de Dios que estaría dispuesto aún a sacrificar su propia bendición si con ello pudiera lograr que Israel se arrepintiera y regresara a Dios.
Como chilenos, amantes de nuestro país, deberíamos tener ese corazón que tuvo Pablo. Deberíamos amar tanto a nuestro país que deberíamos dar nuestra vida por esa causa. Esa causa que requiere que todos nuestros compatriotas puedan venir al conocimiento de la verdad.
¿Cómo poder lograr eso? ¿Qué características había en Pablo que le llevó a tener ese amor tan grande por su pueblo?
1. Pablo vio que su país estaba sin Cristo.
Pablo pasó del gozo del capítulo 8 al lamento en el capítulo 9.
- Al ver a Cristo se regocijó
- Al ver a su país lloró.
En el capítulo 8 encontramos varios contrastes a la luz de lo que nos dice en los primeros versículos del capítulo 9. Encontramos:
- Que su país (como el nuestro) estaba condenado (8:1)
- Su país (como el nuestro) no tenía el Espíritu Santo morando en ellos (8:9)
- Su país (como el nuestro) no eran guiados por el Espíritu Santo (8:14).
- Su país (como el nuestro) no podían clamar “Abba Padre” (8:15)
- Su país (como el nuestro) no tenían esperanza en medio de tribulación (8:18).
- Su país (como el nuestro) no tenían la promesa de que todas las cosas les ayudarían a bien (8:28).
- Su país (como el nuestro) no tenían esperanza de que serían glorificados (8:30).
- Su país (como el nuestro) no tenían la victoria garantizada (8:37).
Es en este contexto en que Pablo luego de meditar en el gozo, la esperanza y la guía del Espíritu en el capítulo 8, se entristece y angustia por su pueblo que no puede vivir tales bendiciones y pronuncia las palabras del capítulo 9.
2. Pablo vio la urgencia de predicar a Cristo en su país
Israel era un país muy religioso, tal como lo es el nuestro. Veamos lo que nos dicen los versículos 4 y 5:
- Eran la adopción. Eso significaba que eran el pueblo escogido.
- La gloria. Esa gloria de Dios que habitó en el tabernáculo que estaba en medio de Israel.
- El pacto. Había varios pactos que Dios había hecho con hombres israelitas.
No es suficiente que tengan una cultura religiosa, es necesario que tengan a Cristo en sus corazones. Y eso es lo que muestra el capítulo 10:1-3. Pablo oraba por su país para salvación (v.1). Implícitamente estaba orando para que más personas prediquen de Cristo. ¿Por qué?
- Porque tenían celo de Dios, pero no eran suficiente (v.2)
- Porque establecieron su propia justicia (v.3)
¿Vemos la urgencia que hay nuestro país? Nuestro país está lleno de religiosidad y de un celo de Dios pero que no alcanza. Seamos responsables como creyentes de nuestro país: oremos, sintamos tristeza, y prediquemos las buenas nuevas.
En nuestro país, según una encuesta realizada el año 2015 hay un 52% de personas que se declaran católicos, y un 30% que se declara que no es simpatizante de ninguna religión y/o iglesia.
Además, este año hubo aproximadamente 250 mil personas que asistieron a la fiesta de la tirana y el año pasado llegaron cerca de un millón de personas a la peregrinación de la virgen de Lo vasquez.
¿Hay necesidad en Chile? Por supuesto, muchísima. Seamos responsables con nuestro país.
Por Jorge Muñoz
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